DAMIAN MATEU

Nacido en Llinars del Vallés (Barcelona) en 1863, Damián Mateu y Bisa pertenecía a una familia de cinco hermanos, cuyos padres eran Angela Bisa y Miguel Mateu. Pese a encaminar sus pasos hacia la abogacía (se doctoró en Derecho Civil y Canónico), tuvo que hacerse cargo del negocio familiar tras la muerte del hermano mayor. Nacía así una actividad empresarial que no abandonaría hasta su muerte.

Las dotes para dirigir el negocio de hierros de su padre quedaron bien definidas desde el prinicipio, pues no sólo consiguió potenciar su desarrollo, sino que al mismo tiempo logró fundar otras empresas, como el Banco Urquijo Catalán o Fuerzas Hidroeléctricas de Andorra, S.A. También fue consejero de la compañia de seguros Hispania, la empresa siderúrgica La Maquinista Terrestre y Marítima, la Cámara de Comercio, etc.

Partició en la construcción del funicular del puerto de Barcelona y obtuvo la representación en Cataluña de la asturiana Fábrica de Mieres S. A., convirtiéndose en el principal industrial del hierro de Cataluña, hasta el punto de ser conocido popularmente con el seudónimo de Mateu el de los ferros. Esta situación coincidió con el momento en que empezaban a fundarse las primeras compañías de producción de automóviles, a las que él abastecía de materiales.

Damián Mateu destacó por su infatigable dedicación al trabajo y su infalible instinto empresarial, que puso en práctica con la fundación de La Hispano-Suiza, Fábrica de Automóviles, S.A., en junio de 1904. Entre sus empleados gozaba de un gran prestigio y aprecio por su carácter abierto y afable. Como buen emprendedor, siempre imaginaba un futuro optimista, en constante evolución, aplicando los avances a su estructura de trabajo y al producto final. Precisamente por ello se rodeó siempre de los mejores técnicos, de entre los que destacó Marc Birkigt, con el que mantuvo una relación muy estrecha y al que admiró por su capacidad de trabajo y creación de nuevas ideas. Sin duda, la relación entre Mateu y Birkigt cimentó el éxito de La Hispano-Suiza.

Fue esta empresa la que mayores satisfacciones y, al mismo tiempo, mayores sufrimientos aportó a Damián Mateu. Su dedicación fue total, pese a lo cual los problemas no le abandonaron ni en los mejores momentos, llegándose a insinuar incluso la aportación de capital de la empresa de hierros para garantizar el salario de los trabajadores.

Otra de las curiosidades del empresario catalán fue que en ningún momento pensó en obtener el carné de conducir, ni mucho menos ponerse a los mandos de uno de sus vehículos, aunque ponía gran entusiasmo al hablar de sus modelos. Un hecho que se dio repetidas veces con el rey Alfonso XIII, con el que compartía la afición a los automóviles y con el que mantuvo una relación de afecto mutuo. No en vano, Mateu defendía una ideología monárquica y conservadora, justo en consonancia con la coyuntura política de la época.

Logró levantar dos factorías subsidiarias aparte de la central de La Hispano-Suiza: una de ellas se localizó en Guadalajara (21 de julio de 1917), mientras que la segunda se situó en París (22 de mayo de 1923), donde la colaboración de Birkigt, su "mano derecha", fue esencial. Todo este entramado formaba parte de una idea empresarial avanzada para su tiempo, y que el propio Mateu puso en práctica a partir de 1910: un grupo de sociedades de funcionamiento autónomo, pero unidas a una central (la fábrica de Barcelona).

El declive de La Hispano-Suiza vino propiciado fundamentalmente por la llegada de la Segunda República, en 1931. Sin duda, se trataba de una situación incómoda para un monárquico convencido, pese a lo cual "resistió" hasta el momento de su muerte, meses antes del inicio de la Guerra Civil Española, el 7 de diciembre de 1935. En el momento de su fallecimiento Mateu contaba con setenta y dos años de edad, durante los cuales acumuló multitud de premios dentro y fuera de nuestras fronteraas, destacando la medalla de los Caballeros de la Legión de Honor de la República Francesa.

Extraido de La Historia del Automóvil en CD-ROM de Paco Costas.